Miercoles, 23 de Mayo de 2018
STANOVNIK: "NO SE PUEDE SALVAR UNA VIDA DESTRUYENDO OTRA"
Desde la medianoche, miles de personas se acercaron a pedir por trabajo, salud o por una casa; otros tantos a agradecer por su intercesión en causas urgentes. Cerca de las 16, la gran caravana de creyentes cubrió las calles céntricas.
Conocida por sus atributos como Patrona de las causas urgentes, Santa Rita recibió miles de fieles que pidieron por casa, salud y trabajo en la capital correntina.
Pasadas las 16, la Santa salió de su cubículo ubicado en la parroquia de la esquina de Córdoba y Bolívar para ser trasladada en procesión por las calles de la zona céntrica pero, desde las primeras horas recibió a sus fieles, quienes se acercaron a dejar una rosa roja en su honor.
Con el lema “En familia llevemos a los jóvenes a Jesús”, monseñor Andrés Stanovnik presidió la celebración central luego de la procesión por calles céntricas.
Aborto
En la homilía de la Santa Misa en honor a Santa Rita de Casia, monseñor Andrés Stanovnik abordó el tema del aborto, enfatizando que “si uno apela a la razón y es una persona de fe, nunca puede pensar que se puede salvar una vida destruyendo otra. Es simple, no se puede decir estoy a favor de la vida y al mismo tiempo de acuerdo con que se destruya una”.
A mismo tiempo destacó: “No podemos volver a otras épocas en que un grupo de personas porque se sentía fuerte decidía la vida de otro. Creo que tenemos todos los recursos como para acompañar y salvar las dos vidas, aún en los embarazos más trágicos”. En este sentido, agregó que “siempre es más natural y mejor que una mujer dé a luz y después se la acompañe, se dé la criatura en adopción antes que privarla de existir. Es mucho más humano que lo otro que no corresponde a la naturaleza humana”.
Monseñor Stanovnik convocó a los fieles a sumarse a la “Jornada de Ayuno y Oración por la Vida”, a realizarse el jueves 7 de junio próximo, ante las futuras instancias legislativas por el debate de los proyectos para despenalizar el aborto.
La jornada de oración tendrá como objetivo “valorar y cuidar el don de la vida, estando más disponibles y abiertos con aquellos cuya dignidad se ve vulnerada” y sostuvieron: “¡Qué el Señor de la vida nos sostenga en nuestro caminar!”.
Al efecto pidió que “el Señor ilumine la mente y el corazón de los que tienen que legislar acerca del valor y el significado de la vida humana”.
Durante la jornada se celebraron misas a las 7, a las 10, a las 12, a las 19 y a las 20:30.
Una historia llena de sufrimiento
Rita nació en la aldea de Roccaporena, 5 km al Oeste del pueblo de Cascia (provincia de Perugia, región de Umbría) en 1381 y falleció el 22 de mayo de 1457.
Nació de padres mayores. A pesar de que quería ser monja, cuando tenía 14 años de edad sus padres la casaron con un hombre de pueblo, llamado Paolo Mancini. Con su esposo tuvo un mar de sufrimientos, pero ella se consolaba en la oración y le devolvió su crueldad con bondad, logrando su conversión a Cristo con el paso de los años.
Tuvieron dos hijos mellizos, Jacobo y Paolo. Un día Manccini -que trabajaba como sereno de la aldea de Rocca Porena y tenía muchos enemigos por sus fechorías pasadas- fue emboscado y asesinado. Una vez viuda, pero aliviada ya que había logrado que Paolo muriera en paz, Rita pidió la admisión al monasterio de las agustinas de Santa María Magdalena, en Cascia (establecido en 1256). Pero no fue aceptada debido a que sólo se permitían vírgenes.
Un año más tarde (1417) también murieron sus dos hijos púberes. Fallecieron ambos al mismo tiempo, de muerte natural. Rita los había preparado plenamente para encontrarse con Cristo. Con un amor heroico por sus almas, le había suplicado que ambos adolescentes murieran, porque temía que estuvieran planeando vengar el asesinato de su padre (la ley de la vendetta). Habrían cometido así el pecado de la venganza, lo que hubiera condenado sus almas eternamente. Ambos se enfermaron y murieron, también pidiendo perdón a su madre por todos los dolores que le habían causado.
Ya sin obligaciones familiares, Rita fue aceptada en el convento, recibió los hábitos de monja, y más tarde realizó su profesión de fe. Tenía 36 años.
En el convento, Rita se entregó a una vida de oración y penitencia.